10/10/16

Spirit.

Hay momentos en los que el alma y espíritu se sienten agotados. Cuando lo dan todo por llegar a sentir paz, a ser felices sin entrometerse con los derechos de los demás, sin juzgar y con todas las fuerzas yendo hacia adelante entre tanta basura y odio ilimitado que hay en tantas otras cabezas dentro de éste mundo.

En el momento de que un ser vacío, egocéntrico y egoísta, despreocupado y sin una pizca de empatía se cruza con aquel agotado y casi roto espíritu, lo destruye más y más a cada paso: Con mentiras, golpes bajos, victimizaciones, fingir falso interés hacia otro ser cercano al espíritu que es muy ingenuo cuando le conviene y muy bocón y víctima cuando también. 

Así, consume la energía y la fortaleza del pequeño espíritu, del cual podrán haber infinitos espíritus y/o seres vacíos (dependiendo la bondad o maldad correspondiente) que vean sus virtudes y lo halaguen hasta el cansancio, o de lo contrario sólo quieran hacerle daño para verlo sufrir, pero mientras que éste grotesco y repulsivo ser siga apareciendo y desequilibrando su vida, el pequeño espíritu deberá luchar incesantemente para poder seguir viviendo, intentando volverse más fuerte y esconder el hecho de que ese molesto y pedante ser vacío, le quita todas sus energías vitales...
Pero...

Ése espíritu seguirá imperturbable y fuerte, y lo logrará.

28/7/16

Insane.


-¿Para qué?. -Suspiré profundamente, intentando llevar mi mente a otros lugares, para despejarla de tanto dolor.
No lo entendía, no dimensionaba qué clase de dolor era. Me sentía desganada físicamente, incapaz de mover un sólo músculo...pero había algo mucho más fuerte detrás de todo esto.
-Porque la vida es así. Te quita y te da cuando le da la gana, es ambiciosa, traicionera. Te sube a una burbuja de felicidad infinita, te hace desear con todos tus huesos vivir allí eternamente. Y luego, cuando creías tenerlo todo...la muy maldita  explota. Hace que colisione con tus sentimientos...Y ahí te ahogas, cuando se acaba todo. -Contestó la pequeña vocecilla, ansiosa por salir con fuerza de mi pecho. Entonces lo entendí.

Insano. Insano emocional y físicamente todo aquello que en ciertas ocasiones nos toca vivir.

Durante este periodo tan corto de tiempo, al que decidí finalmente referirme como "adolescencia", creo no haber experimentado una desesperación más grande que saber que al final, realmente estoy sola. Y no, no me refiero a desesperación en un sentido de sufrimiento, porque de esta manera sé que hay desesperaciones mucho más difíciles de atravesar.
Pero, la desesperación en un sentido de lo emocional siempre fue más fuerte que yo. Me hace sentir presa de sensaciones vacías, de un corazón sofocado, de la soledad, duda, melancolía, incertidumbre... que finalmente llegan a hundir mi alma y vuelven mi interior de algo frío que no puedo explicar ni aunque busque las palabras adecuadas.

Para explicarme mejor, hay que tener en cuenta principalmente, que la querida vida al principio solo nos impone pruebas pequeñas, carentes de importancia (o por lo menos, así fue en mi caso):
Lidiar con típicos enamoramientos adolescentes que si se dan, en el mejor de los casos terminan con un rompimiento tres o cuatro días después. (Todo bien hasta ahora).
Las búsquedas de identidad, en las que un día queremos ser las mejores personas que podamos, ser personas ejemplares... pero a la media hora nos importa un carajo encajar con los demás, porque sólo buscamos sacar afuera todo lo que nos gusta, lo que nos llama, quiénes somos. Y así nace este ciclo, donde se repite esta confusión sucesivamente. (Ningún problema).
Entrar a la secundaria, y encontrar que es un mundo totalmente nuevo. Jamás habíamos escuchado hablar de materias como "Tecnología, química, filosofía, proyecto de investigación, cultura y comunicación, etc." en primaria. Pero sin embargo, en la secundaria son nombradas con frecuencia, junto a unas cuantas más que tampoco tenemos noción de que tratan. Ahora, nuestras tardes de descanso se ven de repente invadidas por miles y miles de tareas, trabajos prácticos, actividades extracurriculares, proyectos y estudios para evaluaciones que, son como una avalancha que nos cae de imprevisto y a la que nos debemos acostumbrar sin rechistar. (Esto lo hace un poquitín más pesado, pero aún así soportable).
Más tareas domésticas, porque ya podemos ser consideradas señoritas/hombrecitos, y si somos capaces de afrontar todo lo anterior, ¿qué mal podrían hacernos unas cuántas tareas domésticas más,?, porque, claro, con la avalancha de tareas no era suficiente ya. Ahora además nos vemos obligados a dejar nuestra habitación impecable, lavar los platos de todos después de comer, poner y levantar la mesa, hacer mandados, todo esto sumado a lo anterior. (Pesado, más no imposible).
Peleas de "amigas", donde una se enoja porque se canceló una salida con ella y de imprevisto surgió con la otra, o porque sin querer no le contestaste un mensaje por estar haciendo la tarea, por sentarte con otra amiga cuando ella faltó, y así mil cosas más. (Ésto le resta un poco de pesadez al asunto).

Y podría seguir nombrando millones de cosas más relacionadas al cambio que significó para mi pasar de la pubertad a la adolescencia los primeros años, pero sería algo relativamente inútil puesto que no es en lo que me quiero focalizar hoy, quitando que son anécdotas o pruebas incluso menos importantes que las nombradas arriba. Hasta ahí bien, nada importante ni que me haya marcado durante esos años.

Entonces, si este "cambio" fue algo tan leve, ¿por qué razón me iba a preocupar yo cuando me tocaran afrontar los últimos años de mi adolescencia?. Seguro eran pruebas igual de sencillas, pensaba que lo tenía todo en mis manos y que nada me podía derrumbar, puesto que ya estaba ganando, poco a poco, experiencia en el terreno del cambio y el crecimiento.

Como imaginarán, y como pasa todo en mi vida: Fue todo lo contrario. Cuando realmente tuve noción de que son terrenos totalmente distintos en todo sentido, ya era muy tarde como para arrepentirme de no haber usado la cabeza en frío para pensar ciertas cosas.

El hecho de usar brackets, fue algo que detonó mi confianza a -100. Me sentía horrible con ellos, sin aumentar el hecho de que cosa de un año atrás, había tenido que hacer un cambio drástico, debido a que mis cejas eran más grandes que mis manos, exagerando. Me sentía toda una fofa, odiaba cómo me hacían ver y no me animaba a sonreír por miedo a lo que pensaran los demás. A esto se le sumó el hecho de que tenía que usar anteojos por un principio de miopía, y los comentarios que vinieron con ellos no fueron nada agradables: "Te hacen la frente más grande", "sos toda una fofa de mierda", "más fea que antes", y otros de ese tipo, que si bien tal vez no eran con mala intención, tuvieron una repercusión muy negativa en mi forma de verme; sin embargo, tenía a mis amigas para apoyarme y alentarme a no escucharlos.

Las materias, que creía tener controladas, poco a poco se volvían más pesadas, y pasaban de ocuparme una o dos tardes de deberes a toda la semana. Estudios por acá, prácticos por alla, exposiciones, ensayos, afiches, maquetas y todo tipo de proyectos que entregar para un mismo día. Fue ahí que me comencé a saturar y a sentir muy frustrada por el hecho de no saber manejarlas y terminar mis días agotada. Hubieron días en los que inevitablemente la presión me hizo perder la noción del tiempo y así, sumado a mi insomnio, poco a poco se produjo en mi organismo el famoso "cambio de sueño/horario", o más fácil, dormía toda la tarde y me despertaba a la noche, para bañarme y pasar de largo hasta las 06.00 a.m, que me preparaba para el colegio. 
Lo sufrí durante muchos meses, y con  razones, ya que me era imposible tener un día escolar con buen rendimiento si no dormía lo suficiente antes de clases. Esto me trajo consecuencias, ya que ahí surgió mi principio de anemia: No sólo no dormía, si no que no comía bien y me sentía increíblemente débil físicamente.

Era imposible despertarme y cuando alguien lograba hacerlo, como máximo aguantaba cinco minutos con los ojos abiertos porque luego de ese tiempo caía rendida de nuevo, sea donde sea que me hubiese dormido.

Tuve que hacerme los dichosos análisis, como cuatro o cinco veces en ese año, y estuve a punto de que me recetaran pastillas para controlarlo porque la situación se estaba volviendo desenfrenada; sin embargo, con un poco de voluntad propia pude cambiar el mal hábito. (También conté con algunas de mis amigas para superar ésto).

En general, durante toda mi etapa de secundaria me sentía fea, gorda, sin gracia, me daba hasta miedo hablar porque pensaba que los demás seguro siempre se iban a reír de mi, porque no tenía nada que pudiera rescatar de mi persona. Así era, una chica tímida e introvertida a más no poder, que se escondía bajo la faceta de la chica siempre sonriente y que se concentraba en las notas del colegio sólo para no ponerme a llorar pensando en mí misma. Muchas veces incluso durante clases, me transportaba sin intención a mi propio mundo donde comenzaba a pensar en mis defectos sin darme cuenta, y ahí es cuando me daba cuenta que todo ya debía parar como sea, porque si no una lágrima traicionera iba a caer, y tras esa, otra, lo que me hubiera frustrado aún más.

Cientos de estereotipos que conocer, y yo no encajaba en ninguno: Chicas super flacas, bronceadas, con abdominales o torsos y piernas de infartos, pechos y glúteos perfectos, cara afinada y rasgos tan delicados, que parecían salidas de una película. Cabellos largos tan sedosos y de colores vivos, sonrisas blancas y cómo no, encima fotogénicas. Y yo, mirándome al espejo con lágrimas en los ojos por no entender qué estaba tan mal conmigo como para desagradarme tanto..."Chica rellenita, más palida que una hoja, con muslos grandes y sin pechos ni glúteos, cara redondeada y rasgos definidos. Cabello largo, castaño sin gracia, sin sonrisa  taaaan blanca y mucho menos fotogénica", eso veía. Era frustrante no poder gustarme ni una vez, ni una mísera vez aceptarme como era y sólo dejar que las cosas fueran fluyendo.


Pero, las cosas que yo creía tan graves durante todo ese tiempo se volvieron livianas a comparación del dolor y la agonía que sentí cuando me tocó vivir uno de los momentos más difíciles de mi vida...

Un 28 de agosto de 2015, luego de unos meses de incertidumbre y dudas por todos lados, falleció una de mis mejores amigas, mi ángel, mi guía. Mi abuela, quien prácticamente fue mi segunda mamá, puesto que mi papá falleció incluso antes de que yo pudiera grabar su imagen en mi memoria. Todo empezó en abril de este mismo año con úlceras raras en las piernas... primero los doctores decían que sólo era una bacteria, que bastaría con hacer algunos análisis, unas pastillas y todo estaría bien. Siempre estaba dispuesta a acompañarme en cualquiera de mis aventuras y darme consejos como una amiga, cuidarme y amarme como una madre, y enseñarme lecciones de vida como la mujer sabia y valiente que siempre fue.

Se imaginarán entonces, que absolutamente NADA estaba bien. Desde ese maldito día de abril nunca mejoró. Si no que empeoró.
Las úlceras se infectaron más, y llegó cierto punto donde no sabían que era lo que las producía. En fin, después tuvo que estar internada desde unos días antes que yo tuviera mi viaje de egresados, al cual me fui intranquila por obvias razones. Unos días antes de volver a casa, recibí una llamada de mi mamá diciendo que mi abuela se había mejorado, que ya estaba en casa y que lo más grave que podía pasarle era perder la memoria progresivamente...y, sucedió. Pero yo, sin embargo me sentía llena de vida sólo con poder ver su sonrisa y que me de sus pequeños besitos todas las mañanas.

Sin embargo, algo en mí no andaba bien. Una tarde como cualquiera, decidí que sería buena idea charlar con ella de su vida, su adolescencia, su familia, etcétera (no me pregunten el porqué, sólo lo sentí). Nos pasamos toda esa tarde templada hablando de lo que ella quisiera, y mientras me mostraba sus sonrisas más sinceras, yo anotaba cada detalle en un cuaderno que ahora atesoro con mi propia vida. Los últimos días de agosto, tuvieron que venir dos o tres médicos a verla puesto que ya no se podía ni parar y esas horribles úlceras ya no tenían solución. 

Ella estaba asustada puesto que le dijeron que había que internarla de nuevo, sólo para controlar que las cosas no se desviaran mucho... y para alegrarle un poco la tarde, recuerdo que me fui hasta la heladería y le traje un potecito con dibujitos de niños, sus sabores de helado favoritos. Sin saber por qué, otra vez su imagen disfrutándolo y sus ojitos llenos de esperanza me hicieron sentir una luz en mi alma que no puedo explicar.

A pesar de todo ésto, ya no había nada que hacer: El segundo día de su internación, ya no nos recordaba, el tercer día fui a verla y estaba tan chiquita, con un respirador y sin su dentadura, sólo sus ojos llenos de esperanza. Le dimos de comer, le dijimos que saldría de esta sin importar qué, y las últimas palabras que pude oír de ella fueron una hermosa respuesta a una pregunta mía... "¿Me amas, abuelita?. Porque yo te amo con toda mi alma". Ella sólo me miró fijamente, hizo una pequeña risita y me contestó que sí. No pude sentir más amor por alguien en esta tierra en ese momento, lo puedo jurar. Pero, al último día, cuando la vi, no era mi abuela: Era una personita, pequeñita, con sus ojitos cerrados, su piel amarilla, que apenas respiraba y sólo orinaba sangre...

-¿Para qué?. -Suspiré profundamente, intentando llevar mi mente a otros lugares, para despejarla de tanto dolor.
No lo entendía, no dimensionaba qué clase de dolor era. Me sentía desganada físicamente, incapaz de mover un sólo músculo... pero había algo mucho más fuerte detrás de todo esto.
-Porque la vida es así. Te quita y te da cuando le da la gana, es ambiciosa, traicionera. Te sube a una burbuja de felicidad infinita, te hace desear con todos tus huesos vivir allí eternamente. Y luego, cuando creías tenerlo todo... la muy despiadada la explota. Hace que colisione con tus sentimientos...Y ahí te ahogas, ahí es cuando se acaba todo. Entonces lo entendí.

En ese momento entendí, que ya no podía estar con nosotros y que no merecía sufrir así, que siendo un ángel de Dios estaría en paz...así que la abracé cuanto pude, le dije un millón de veces "Te amo" entre llantos desgarrados y respiraciones entrecortadas, y le puse un pequeño anillo igual a uno que yo uso siempre, en uno de sus dedos, así estaríamos juntas por la eternidad. De más está decir que la mañana siguiente, falleció porque su cuerpo no aguantaba más, y lo que sigue me lo ahorro porque es doloroso contar como fue tener que verla en un cajón, pensando que nunca más iba a escuchar su voz, sus abrazos y ver sus ojitos llenos de esperanza..

Y ahora todavía, dos meses después de que ella es un ángel hay noches melancólicas en mi vida donde me duele el corazón y sólo quiero llorar hasta quedarme sin lágrimas, porque extraño absolutamente todo lo que tenga que ver con ella. Tener que pasar mi primer cumpleaños sin ella fue un golpe durísimo, y creo que nunca me voy a acostumbrar. Sin embargo; espero que siempre me cuide, y aunque sea en sueños me regale sus momentos...Y son esos momentos los que me ponen a reflexionar. Ahora me quiero más que nunca, aún con mis defectos. Porque me siento bien, porque no tengo necesidad de seguir ninguna tendencia o estereotipo y porque hay cosas más importantes en la vida. Quiero ser feliz por una vez sin preocuparme en lo que no me gusta de mí, y tratar de cambiar o mejorar lo que me sea posible, y es algo que está en progreso...positivo espero.

Siempre conmigo, en mi alma y presente en todos mis momentos. Te amo con todas mis fuerzas y donde quiera que estés, siempre voy a seguir tus pasos. Eterna en mi corazón, abuela mía.